Por Pablo Hormazábal, Director Ejecutivo Corporación Formando Chile.
Lo que algunos todavía recuerdan como PAA y posteriormente PSU, hoy es conocido como PAES, una evaluación que se ha utilizado para el proceso de admisión a la educación superior desde 2022. Aunque ha cambiado de nombre esta práctica tiene una característica permanente: las brechas de la sociedad se manifiestan en los resultados y perjudican a los sectores más vulnerables.
Por este motivo las y los académicos involucrados en la confección del instrumento han considerado varios cambios, más allá del nombre, para que la selección no dependa sólo de la acumulación de conocimientos sino de las habilidades que la enseñanza puede entregar. En este sentido se han creado estrategias para disminuir las brechas de género, se han acotado los contenidos teniendo en cuenta el currículum de los colegios técnicos profesionales al dividirse la prueba de matemática, y se ha incluido una prueba adicional en invierno.
Con tantos esfuerzos uno podría creer que la situación ha mejorado; pero cuando se publica el listado de colegios con mejores puntajes en la evaluación, constatamos que siguen la misma línea. Se ve una notoria ventaja de los colegios particulares pagados, a pesar de que en el sistema corresponden a un 8% del total. Deja en evidencia la gran diferencia con los colegios particulares subvencionados y municipales.
¿Qué hay detrás de estos números? Resulta interesante que, si revisamos hacia atrás, buscando el origen, encontramos datos alarmantes, como que en 2020 el 60% de los estudiantes de “entre sexto básico y 4° medio no alcanzaron los conocimientos mínimos necesarios -pues la medición se hizo sobre el currículum ya priorizado-, en lectura ni en matemáticas” según el Diagnóstico Integral de Aprendizajes (DIA).
Parece sencillo culpabilizar a la PAES, la que por supuesto puede mejorar y lo hace (ya que integra preguntas piloto en cada evaluación), cuando en realidad tenemos varios focos de incendio que apagar, pero, ¿qué tan equitativa puede ser una prueba en un sistema tan desigual como el actual? Finalmente, no podemos normalizar cómo el colegio o la comuna de origen marcan la trayectoria académica de los estudiantes.
¿Sería adecuado modificar el instrumento cada año buscando resultados distintos a los actuales con la esperanza de una solución que nos permita avanzar? ¿No será que nos estamos enfocando mucho en el termómetro y no en la fiebre?